LA EDUCACION PRUSIANA DESDE LA ERA INDUSTRIAL HASTA NUESTRO DIAS (Parte I)
La particular utopía que los creyentes norteamericanos escogieron llevar al aula era prusiana. La semilla que se transformó en la escolarización norteamericana al estilo del siglo XX fue plantada en 1806, cuando los soldados no profesionales de Napoleón vencieron a los soldados profesionales de Prusia en la batalla de Jena. Cuando tu negocio es contratar soldados y emplear la extorsión diplomática con la amenaza de tus tropas, perder una batalla como esa es bastante serio. Algo se tenía que hacer.
La reacción inmediata más importante a Jena fueron unos discursos inmortales, los Discursos a la nación alemana del filósofo Fichte, uno de los influyentes documentos de la historia moderna que conducen directamente a las primeras escuelas obligatorias factibles en Occidente. Otras épocas, otras tierras hablaron sobre escolarización, pero todas fracasaron en hacerla nacer. La simple formación obligatoria por breves intervalos y para propósitos limitados fue lo mejor que alguna vez se había conseguido. Esta vez sería diferente.
Antes del reto de Fichte había salido de las imprentas un número enorme de proclamaciones de escuela obligatoria aquí y allá, incluyendo el plan de Martín Lutero de ligar Iglesia y Estado de esta manera y, por supuesto, la ley «del viejo impostor Satán»[*] de 1642 en Massachusetts y su extensión de 1645. El problema era que estas tempranas empresas eran prácticamente imposibles de hacerse cumplir, rotundamente ignoradas por los que olían la malicia escondida tras elegantes promesas de educación gratuita. La gente que quería escolarizar a sus niños ya entonces los tenía escolarizados, la gente que no, no. Eso era más o menos cierto para la mayoría de nosotros justo hasta el siglo XX: incluso en 1920, sólo el 32 por ciento de los niños norteamericanos pasaba por la escuela primaria. Si eso suena imposible, considere la práctica en la Suiza de hoy, donde sólo el 23 por ciento de la población de estudiantes va a la escuela secundaria, aunque Suiza tenga los ingresos más altos per cápita del mundo.
Prusia se preparó para usar las bayonetas contra su propio pueblo tan dispuesta mente como las había blandido contra otros, por tanto no es en absoluto sorprendente que la raza humana obtuviera su primera escolarización obligatoria laica de Prusia en 1819, el mismo año en que el Frankenstein de Mary Shelley, situado en la oscuridad de la lejana Alemania, fue publicado en Inglaterra. La Schule llegó tras más de una década de deliberaciones, comisiones, testimonio y debate. Por un breve y esperanzador momento, los brillantes argumentos de Humboldt en favor de un camino de estudio para todos de alto nivel, no bloqueado por controles, libremente cambiante, universal e intelectual para todos, lleno de variedad, libre debate, rica experiencia y currículos personalizados casi triunfaron. Qué mundo más diferente tendríamos hoy si Humboldt hubiera ganado el debate prusiano, pero en vez de ello ganaron las fuerzas que apoyaban al barón von Stein. Y eso ha hecho toda la diferencia.
Prusia se preparó para usar las bayonetas contra su propio pueblo tan dispuesta mente como las había blandido contra otros, por tanto no es en absoluto sorprendente que la raza humana obtuviera su primera escolarización obligatoria laica de Prusia en 1819, el mismo año en que el Frankenstein de Mary Shelley, situado en la oscuridad de la lejana Alemania, fue publicado en Inglaterra. La Schule llegó tras más de una década de deliberaciones, comisiones, testimonio y debate. Por un breve y esperanzador momento, los brillantes argumentos de Humboldt en favor de un camino de estudio para todos de alto nivel, no bloqueado por controles, libremente cambiante, universal e intelectual para todos, lleno de variedad, libre debate, rica experiencia y currículos personalizados casi triunfaron. Qué mundo más diferente tendríamos hoy si Humboldt hubiera ganado el debate prusiano, pero en vez de ello ganaron las fuerzas que apoyaban al barón von Stein. Y eso ha hecho toda la diferencia.
El espíritu prusiano, que salió vencedor, tenía una idea clara de qué debería proporcionar la escolarización centralizada: 1) soldados obedientes para el ejército;[*]2) trabajadores obedientes para minas, fábricas y granjas; 3) funcionarios civiles bien subordinados, adiestrados en su función; 4) empleados bien subordinados para la industria; 5) ciudadanos que piensen del mismo modo en la mayoría de cuestiones; 6) uniformidad nacional en pensamiento, palabra y actos.
El área de voluntad individual para los plebeyos fue severamente excluida de los procedimientos prusianos de adiestramiento psicológico sacados de la experiencia de cría animal y del adiestramiento ecuestre, y también tomados de la experiencia militar pasada. Mucho después, en nuestra propia época, las técnicas de esas variadas destrezas y sombrías artes pasaron a ser «descubrimientos» en la pseudociencia pedagógica del conductismo psicológico.
Las escuelas prusianas daban todo lo que prometían. Todo problema importante podía ser ahora resuelto confiadamente de antemano dirigiendo familias y mandos institucionales porque las masas bien escolarizadas estarían de acuerdo con un mínimo de oposición. Este consenso estrechamente escolarizado de Prusia combinó finalmente los caleidoscópicos principados alemanes en una Alemania unida, tras mil años como nación fragmentada. ¡Qué sorpresa obtendría pronto el mundo de este exitoso experimento de centralización nacional! Bajo el socialismo de Estado prusiano surgió la industria privada, lo que hizo saltar la Prusia pobre en recursos al nivel de los líderes mundiales. El éxito militar siguió siendo la piedra de toque de Prusia. Incluso antes de que la ley de la escuela estuviera en completo vigor como potenciador de las prioridades del Estado, el cuerpo de ejército bajo el mando de Blücher fue la principal razón para la derrota de Napoleón en Waterloo, su soberbia disciplina permitía una sorprendentemente exitosa vuelta al combate tras lo que parecía una derrota aplastante a manos del «Cabito» sólo días antes.[*] Desescolarizados, los prusianos eran impresionantes: el condicionamiento en el aula prometía hacerlos aún más formidables.
El área de voluntad individual para los plebeyos fue severamente excluida de los procedimientos prusianos de adiestramiento psicológico sacados de la experiencia de cría animal y del adiestramiento ecuestre, y también tomados de la experiencia militar pasada. Mucho después, en nuestra propia época, las técnicas de esas variadas destrezas y sombrías artes pasaron a ser «descubrimientos» en la pseudociencia pedagógica del conductismo psicológico.
Las escuelas prusianas daban todo lo que prometían. Todo problema importante podía ser ahora resuelto confiadamente de antemano dirigiendo familias y mandos institucionales porque las masas bien escolarizadas estarían de acuerdo con un mínimo de oposición. Este consenso estrechamente escolarizado de Prusia combinó finalmente los caleidoscópicos principados alemanes en una Alemania unida, tras mil años como nación fragmentada. ¡Qué sorpresa obtendría pronto el mundo de este exitoso experimento de centralización nacional! Bajo el socialismo de Estado prusiano surgió la industria privada, lo que hizo saltar la Prusia pobre en recursos al nivel de los líderes mundiales. El éxito militar siguió siendo la piedra de toque de Prusia. Incluso antes de que la ley de la escuela estuviera en completo vigor como potenciador de las prioridades del Estado, el cuerpo de ejército bajo el mando de Blücher fue la principal razón para la derrota de Napoleón en Waterloo, su soberbia disciplina permitía una sorprendentemente exitosa vuelta al combate tras lo que parecía una derrota aplastante a manos del «Cabito» sólo días antes.[*] Desescolarizados, los prusianos eran impresionantes: el condicionamiento en el aula prometía hacerlos aún más formidables.
El inmenso prestigio ganado de este triunfo resonó en una Norteamérica no tan afortunada en su propia suerte reciente en la guerra, un país humillado por una pobre actuación contra los británicos en la guerra de 1812. Incluso treinta años tras Waterloo, estaba Prusia tan altamente considerada en Norteamérica y Gran Bretaña que los adversarios angloparlantes eligieron al rey de Prusia para arbitrar nuestra frontera noroeste con Canadá. De ahí la población de Pensilvania «King of Prussia». Treinta y tres años después de que Prusia pusiera a funcionar la escolarización estatal, adoptamos la estructura, estilo e intención de aquellos alemanes para nuestras propias escuelas obligatorias.
El propósito de escolarización norteamericana tradicional --piedad, buenos modales, herramientas intelectuales básicas, autoconfianza, etc.-- fue desguazado para dar paso a algo diferente. Nuestro destino histórico de independencia personal dio lentamente paso a la escolarización de propósito prusiano, no porque el modo norteamericano perdiera en alguna competición de ideas, sino porque para los nuevos jerarcas comerciales e industriales tal camino tenía más sentido económico.
Este avance privado hacia la escolarización nacionalizada en Norteamérica fue organizado parcialmente, aunque poco se ha escrito alguna vez sobre ello. El diario de Orestes Brownson identifica un disimulado aparato nacional (al que Brownson perteneció brevemente) ya en su lugar en la década que siguió a la guerra de 1812, cuyo propósito expreso era «germanizar» Norteamérica, comenzando en aquellos distritos problemáticos donde se agrupaba la pobreza urbana y donde los nuevos inmigrantes desorganizados constituían objetivos fáciles, de acuerdo con Brownson. La enemistad por parte de las poblaciones autóctonas de clase media y trabajadora hacia los nuevos inmigrantes no dejó a estos desgraciados ninguna apelación contra la sentencia escolar que Massachusetts pronunció para ellos. Tenían que pasar por una transformación completa, quisieran o no.
Gran parte de la historia, tal como se escribía por 1844, se encuentra justo bajo la superficie de la florida prosa de Mann en su Séptimo Informe Anual al Comité Escolar de Boston. En una visita a Prusia el año anterior, había quedado muy impresionado (así lo dijo) con la facilidad con que los cálculos prusianos podían determinar de forma precisa cuántos pensadores, solucionadores de problemas y trabajadores ordinarios necesitaría el Estado en la década siguiente, y luego cómo este ofrecía las categorías precisas de formación necesarias para desarrollar los porcentajes necesarios de recursos humanos. Todo esto era mucho más justo para Mann que el repulsivo sistema episcopal de Inglaterra, de escolarización basada en la clase social. Pensaba que Prusia era republicana en el deseable y varonil sentido romano. Massachusetts debía tomar la misma dirección.
Agradecimiento a ENCYCLOPEDIA BRITANNICA, 11ª edición, Prusia
Agradecimiento a ENCYCLOPEDIA BRITANNICA, 11ª edición, Prusia
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