Sin embargo son varias las escuelas y en la sociedad, se cree que los "virus" como seres con vida. El dogma de Louis Pasteur sobre los gérmenes y el descubrimiento de los conocidos bacteriófagos que, a diferencia de los virus humanos, sí se han aislado y purificado a la vez que caracterizado, ha podido contribuir a la mala interpretación de estas secuencias genéticas que se manifiestan cuando el tejido u órgano está enfermo (proceso de putrefacción), pero que incluso también se manifiestan en muchas ocasiones en órganos sanos.
La actividad patógena de los virus es una hipótesis y no un hecho experimental. Esto debería quedar muy claro en la comunidad científica, pero, sin embargo, se da como una verdad, como un hecho, como una ley corroborada, pero es, en realidad, una interpretación con ideas preconcebidas, por asociación y por observar que los virus parece que se repliquen en ciertos cultivos celulares.
Donde un virus para ser calificado de "virus", debe contener MATERIAL GENETICO, debes ser AISLADO, PURIFICADO Y CARACTERIZADO.
Se ha asociado el concepto o idea de contagio de enfermedades por observación, pero siempre bajo una mirada preconcebida acerca del concepto de enfermedad infecciosa, concepto que se ha ido traspasando a toda una generación. Antes de poder surgirnos alguna duda, desde que somos pequeños, nos enseñan que las enfermedades se contagian. Crecemos con esa idea, sin haberse ejecutado nunca la duda. Sin embargo, a nivel científico y riguroso, no existe ni un solo trabajo ni un solo estudio que demuestre experimentalmente y de forma indiscutible el contagio de persona a persona.
Arthur Firstenberg, en cambio, describe en su libro, “El arcoíris invisible” [4], las pruebas que se llevaron a cabo en humanos, para demostrar el contagio de la fiebre amarilla del 1918 pero que ninguno de los experimentos pudo demostrar tal contagio.
Eleanor McBean describe que durante la epidemia de la polio del 1949 el estudio elaborado por el Departamento de Salud del Estado de Nueva York no pudo establecer el contagio de la poliomielitis por contacto con otras víctimas de dicha enfermedad [5]. El Servicio de Salud Pública de los EE. UU. tampoco tuvo éxito en su mismo intento.
"Si los virus vienen del exterior del organismo, según la teoría oficial, y tienen proteínas que pueden reaccionar con las membranas de las células para acceder en su interior, ¿Por qué debe importar el estado de salud del huésped? Para justificar este hecho, la versión oficial deriva otra hipótesis diciendo que los virus no afectan de la misma manera a todo el mundo ya que depende del estado del sistema inmune del huésped, y esto depende, a su vez, de su genética. Son hipótesis que tampoco son corroboradas.
Existen más de 320.000 variantes de virus presentes en la naturaleza, de los cuales, miles de éstos, en las últimas décadas, se ha demostrado que existen dentro del organismo humano sin producir ninguna enfermedad. Otra vez, la versión oficial debe recurrir a una nueva hipótesis sin ser constatada para justificar este hecho. ".
Un virus no puede tener actividad sin la presencia de un tejido vivo o célula, pues se secan y su estructura se desconforma. Por tanto, los virus sólo funcionan dentro de un huésped o en entornos de tubo de ensayo o placas de Petri, donde pueden mantenerse en flujo. Fuera de los tejidos se secan y pierden su funcionabilidad. Siguiendo con esta línea, ¿Cómo podrían entonces transmitirse de individuo a individuo a través del aire? A caso, los mecanismos del cuerpo no filtran las partículas del ambiente? Los pelos de la nariz, las membranas mucosas, la saliva en la boca, etc, ¿No neutralizan los virus antes de ingresar en el organismo? No hemos encontrado ningún estudio científico que demuestre que los virus puedan pasar estas barreras. De nuevo, es una hipótesis, sin evidencias, que trata de justificar que los virus son entidades exógenas y patógenas, sólo por haberlos encontrado presentes en tejidos enfermos. Pero si, aun así, consiguieran superar todas estas barreras, incluso a los linfocitos T y a los macrófagos, diseñados para eliminar todo cuerpo ajeno y extraño ¿Cómo hace ese virus que casualmente había mutado para coincidir justamente con la célula compatible? Según la teoría del complejo activado, para que una reacción química ocurra los átomos o moléculas deben tener la orientación y dirección correcta para que se efectúe. Resulta una situación demasiado causal, que una partícula viral, alcance la membrana de la célula compatible, para la cantidad de veces que enfermamos. Resulta un mecanismo muy poco efectivo para que pudiera perdurar en la naturaleza. Es por tanto, una hipótesis muy débil que debería tener constatación experimental.
Pero a nivel de laboratorio, tampoco nos consta ningún estudio que demuestre que los virus puedan infectar células. En su lugar encontramos trabajos que carecen de los experimentos de control para descartar las condiciones del experimento como causantes de la muerte celular. Si se realizan estas pruebas de control, queda en evidencia que las células mueren debido a la escasez de nutrientes y la toxicidad de los antibióticos o cualquier otro tóxico presente en el cultivo celular. Luego los virólogos interpretan los restos celulares como partículas virales.
Por lo tanto, la suposición de que el SIDA proviene de un mono, o que el coronavirus proviene de un murciélago, o que el ébola fue causado también por un murciélago, esto no podría ocurrir por sí sólo en la naturaleza. Surge entonces la pregunta de ¿Por qué solo en los últimos 40 años estos virus han aparecido en la naturaleza? ¿Por qué no ocurrieron hace mil años? ¿Por qué no ocurrieron hace 200 años? Es muy poco probable, o al menos no se podría explicar mediante la misma teoría, que los animales transmitan virus a los humanos, como tampoco lo es, como se está demostrando, que se transmitan entre nosotros mismos.
Pierre Jacques Antoine Béchamp fue un biólogo y químico francés,
descubridor del preantibiótico "ácido p-aminofenilarsénico" "Atoxyl".
Es conocido tanto por sus avances en química orgánica aplicada, como por
su enconada rivalidad con Louis Pasteur, se basa en la teoría del terreno, que es silenciada y rechazada por la versión oficial por contradecir que los virus son entidades exógenas y patógenas.
Pero los virus deben ser expresiones celulares, y se producen, por lo tanto, dentro de la célula con el objetivo de disolver y limpiar desechos y toxinas presentes en el organismo, ya sea en el interior o alrededor de ellas, así como también como medio de comunicación química y energética, entre células.
Los virus se organizan entorno al ADN o al ARN, no a ambos, por lo tanto, es muy probable que estén destinados a reparar moléculas genéticas u otras estructuras. Aparecen con síntomas de enfermedad porque el cuerpo los necesita. Así, por ejemplo, una intoxicación por alcohol puede producir hepatitis. En este sentido, el hígado produce los virus de la hepatitis ya sea para eliminar la toxicidad, regenerando e invirtiendo las condiciones tóxicas del hígado, o bien como activador/productor de ciertas enzimas neutralizantes. Dependiendo del grado y el tipo de toxicidad, el hígado producirá un tipo u otro de virus (hepatitis A, hepatitis B o hepatitis C).
De esta manera, cuando existe una perturbación en el metabolismo celular debido a un tóxico, dependiendo del órgano afectado y de la naturaleza tóxica de las sustancias, entran en juego los distintos mecanismos de saneamiento y regeneración celular, donde se involucran bacterias, linfocitos, leucocitos, células dendríticas, etc. Pero cuando la toxicidad es tan elevada que incluso mata a estos microorganismos, el cuerpo debe generar expresiones virales, a través de sus células, para adaptarse a esta situación, y poder disolver las toxinas y reparar los daños ocasionados, tanto dentro, como fuera de las células.
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